martes, 25 de enero de 2011

CAPERUCITA ROJA


Las personas que me conocen  saben de mi afición por los cuentos, me gustan, los he leído desde siempre y nunca me canso de leer y ver en el cine versiones nuevas de los cuentos de siempre. El mundo de la fantasía es uno de mis favoritos y los cuentos, forman parte de ese mundo.
Pero… (Siempre hay un pero), lo cierto es que nunca fui una conformista de los cuentos, lo del final feliz y comer perdiz no fue conmigo. Y ya cuando llegó Disney y empalagó todas las historias cambiando finales etc.etc estuve a punto de rendirme y no leer cuentos nunca más. (Claro que con la edad que tengo, eso hubiese sido lo lógico) Pero yo no soy “Lógica”.

Después llegó Sherk y me dio la razón, nada es lo que parece en los cuentos.
Desde  siempre me ha gustado una canción de un poema de José Agustín Goytisolo, que dice más o menos;
“Erase una vez, un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos.
Erase una vez un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado.
Todas esas cosas había una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés”

El inconformismo empieza por no creerse ningún cuento, hay gente que  deja de creer y deja de leer, porque piensa que todo son “paparruchas” pero yo, no. Por el contrario pienso que las personas dedicadas a este mundo, no entienden lo que nos quieren contar. La culpa de todo la tienen los hermanos Grimm. Aunque  y perdonar otra vez que me meta con Disney,  es el que más daño ha hecho a estas historias y a sus protagonistas aunque ahora se quiere reformar poniendo a Rapunzel como si fuese una enloquecida de las artes marciales y las sartenes. (Por cierto que la princesa Fiona de sherck, pelea parecido que sospechoso no???) Pero cuánto daño ha hecho Matrix y Tigre y Dragón al mundo de la animación. (Pero esa es otra historia).
Entre los escritores que nunca se debieron creer los cuentos de Grimm, se encuentra Roald Dam. Describir a Roald Dam, sería un tanto difícil, pues cuenta las historias desde el punto de vista de un niño frecuentemente involucrado en aventuras con villanos adultos que le hacen la vida imposible. Pero que si miramos a nuestro alrededor, al final tal crueldad no nos parece exagerada.( si no echad un vistazo a las noticias semanales y sabréis lo que digo).

El humor negro y los escenarios grotescos, son base de su obra, cosa que podemos apreciar también en el cine, con el director y escritor Tim Burton, el cual ha llevado al cine una de las obras más conocidas del escritor. “Charlie y la Fábrica de Chocolate.”  Pero como quiero volver a los cuentos, tenía que hablaros de una obra de Roald Dam que se descataloga cada dos por tres, por que los “pedagogos” no creen que sea buena para los niños.
Cuentos en verso, para niños Perversos.
Como el mismo escribe al comienzo de uno de los cuentos, el de Cenicienta;
“ ¡ Si ya nos la sabemos de memoria!”,
Diréis. Y, sin embargo, de esta historia
Tenéis una versión falsificada,
Rosada, tonta, cursi, azucarada,
Que alguien con la mollera un poco rancia
Consideró mejor para la infancia…”
Leyendo esto, claramente se deduce que Roald nunca se creyó ninguno de los cuentos, pastelosos y con final feliz. Y que sabía de los pedagogos de mollera rancia, sobre todo en España .
Y como no quiero aburriros más os dejo con mi cuento favorito, el de Caperucita Roja, del cual hablaré otro día, contando mi “versión de los hechos” por ahora, os dejo con el de Roald Dam que no  tiene desperdicio.

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.

"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: "¡Este me come de un bocado!".

Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.

Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!".

Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"

-que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.

Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!".
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente

Caperucita dijo: "¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!".
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".

Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque... ¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

Y ahora os preguntareis que le falta el bolso a juego no??? Eso mismo se dijo ella y se fue a visitar a los tres cerditos pero … esa también es otra historia.




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